martes, 29 de enero de 2008

Al final, eran las palabras

Asoma, brota... así empezaba una entrada bastante aburrida, queriendo ser una metáfora de mi incapacidad de arrancar con este asunto del blog, novata como soy en el asunto, y sobre todo temerosa de la idea de escribir imaginando que, efectivamente, alguien fuera a leer - ¡al menos mi amiga Ro, que creó este espacio!. Aficionada como soy a las palabras, incluso había ciertas fórmulas con anhelo literario... pero no había conexión (¿se trata de la literal o de la que tanto se parece a la magia? Todavía no doy con esa respuesta, y no quisiera aburrirme de nuevo...). La cuestión es que, apareció la enfermedad de justificar el por qué de las palabras (¿Quién quiero ser acá?... Más vale que tengas algo importante para decir...) y el resultado fue el que ya dije. Escribí, volví a leer con exigencia, corregí, volví a corregir y publiqué entrada. Pero nada quedó de eso, y ahora pienso que es lo mejor que me pudo haber pasado.
En una escritura llena de lugares comunes (para la que "lugares comunes" se lleva el primer premio), esa que requiere un solo paseo de la vista para conseguir el milagro de la comunicación y que ... y ahora sí creo que voy a poder con todo esto. La pretensión de multiplicar los panes se la dejo a quien le calce el zapato. Mientras tanto voy a tratar de ingresar lo más desnudamente posible en este universo en el que sí es posible andar en pelotas. El título era el mismo. He allí mi por qué.